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al penetrar en la plaza, viéndose recibidos con tan magnánimas demostraciones de simpatía.

Los soldados apostados en otras direcciones siguieron el ejemplo de los primeros: se presentaron rendidos en las barricadas, que les dieron entrada franca; y bien pronto el palacio en que se hallaba Belzu y sus inmensos salones se llenaron de gefes y soldados, que estrechándose en torno de él y mezclados con los defensores de la plaza, formaron una delirante confusion de abrazos y aclamaciones.

Esta escena, aun que tornó la suerte de ese dia en sangre y luto para los vencedores, y por largo tiempo en ruina y exterminio para Bolivia, será tambien un timbre de gloria para los nobles hijos del Tllimani. El terrible desenlace de esa jornada habrá servido al menos, para realzar la virtud y el heroismo de ese pueblo que venció por su valor y sucumbió por su magnanimidad. Enorgullécete Paz, Niobé trájico y sublime de los Andes! aun cayendo, conquistaste siempre un nombre inmortal. Y tú, grande y gloriosa víctima de ese dia; regocíjate que tu sangre no habrá corrido en vano para el porvenir de esa tierra que te fué tan querida.

Mientras Belzu se adormecia imprudente, al arrullo de aquella inmensa ovacion, por las barricadas abandonadas ya, en la certeza del triunfo, entraban y salian emisarios que informaron á Melgarejo del