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BELZU 117

recordándoles Ja órden que tenian de Belzu para respetar su vida.

No menor resolucion que entre los asaltadores de la barricada de la Merced, reinaba en todos los grupos del ejército agresor. Situados en torno de la plaza, contemplaban con espanto su desesperada posicion. Hallábanse entre un pueblo pronto á lanzarse sobre ellos, y las balas de la barricada, certeras, inexorables. Su derrota estaba consumada, y no les quedaba ni el recurso de la fuga; pues los que pudieron huir, eran perseguidos por el pueblo, que, en la prevision de aquel caso, se hallaba fuera de barricadas. Así ninguno de ellos aspiraba á otra cosa que á una ocasion de rendirse, cualquiera que fuese, á todo trance ó condicion.

Convencidos con escarmiento de que las barricadas eran, no soloinexpugnables, sino inatacables, poseidos de esta certidumbre, cesó el fuego de ataque en todas direcciones.

Aprovechando este momento, el coronel Peña invitado á fraternizar con el pueblo, entró en la plaza con ciento treinta hombres de su cuerpo, no pasado sino vendido. Belzu los recibió con abrazos, y prohibió el desarme de los rendidos: imprudencia agena de un veterano, y que tan caro debia pagar luego.

Es indecible el gozo que se apoderó de los soldados