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y hostil, se detuvo para darse lo que es fama que el llama—baño de inspiracion: la embriaguez.

En efecto, cuanto ese hombre ha hecho hasta hora, absurdo ó criminal, todo fué inspirado por ese degradante vicio. Entonces, por ejemplo, dicen que echando en torno una mirada rezelosa, dijo á uno de los suyos.

—Hoy desconfío del ejército, y voy á anticipar un escarmiento, fusilando al primero que se me presente.

En ese momento el capitan Cortez, aquel oficial que mandaba la fuerza de guarnicion vencida por el pueblo seis dias antes, y que huyendo se ocultó en el pueblo de Achocalle, saliendo de su escondite alcanzó al ejército, y vino á presentarse á Melgarejo.

Verlo, mandar salir cuatro tiradores y ordenar hacerle fuego, fué asunto de un instante. En vano el desgraciado probó que habia cumplido su deber hasta el fin, en la noche del 21; en vano viendo la inutilidad de su justificacion, se asió desesperado á la capa de Melgarejo. Este lo magulló á golpes con el cañon de su revólver; y uno de sus edecanes haciendo el oficio de verdugo, arrancó de las manos del desventurado, aquel paño, único resto de su esperanza. Entonces empezó sobre el pobre Cortez un fuego graneado que lo mató á pausas; y por encima de su cuerpo palpitante pasó el ejército, acabando de mutilarlo los acerados cascos de los caballos.