34 PANORAMAS DE LA VIDA
los aromas de que estoy privada, hace tanto tiempo.
—Criatura! ¿y la misa? Cuando lleguemos, habrá ya pasado.
—Siempre llegaremos á tiempo. Acaso no conozco yo las costumbres de aquella casa? La madre sacristana llama á misa para despertar al capellan que se suelda con las sábanas.
—Eso era en tiempo de Marina, que era un pelmazo; pero este otro es una pólvora, que se reviste en dos patadas, y se arranca la sobrepelliz de un jalon.
Mientras Anselma hablaba, caminaba yo con delicia sobre la menuda grama salpicada de anémonas rojas que tapizaba el suelo.
Una multitud de jóvenes madrugadoras, venidas como yo á respirar el aire embalsamado de la mañana, ocupaban los bancos, ó bien, polqueaban, deslizándose rápidas sobre el césped, estrechamente abrazadas, sonriendo con el confiado abandono de esa hora matinal en que los hombres duermen, y el mundo parece únicamente habitado por mugeres.
Entre ellas reconocí á muchas de mis antiguas compañeras. Habíanse formado y embellecido todas á punto de avergonzarme á la idea de presentarles mi demacrada persona. Así, recojí sobre mi rostro los pliegues del velo, y pasé delante de ellas fingiendo la indiferencia de una estraña.