PEREGRINACIONES vin
cambiado en aquel pequeño recinto desde la víspera del dia que lo dejé para marchar al Perú.
Con gran trabajo logré escapar de la camiseta, las medias de lana y las frotaciones de sebo con ceniza que mis tias querian imponerme ; primero, absorviéndolas en el relato de mi fuga de Lima con todos los incidentes de mi viaje hasta la hora en que llegué cerca de ellas; y concluí por finjirme dormida.
Mis tres queridas viejas me abrigaron; arreglaron los cobertores entorno á mi cuello, y cerrando las cortinas, retiráronse sin hacer ruido.
Al encontrarme sola entreabrí las cortinas y dí una mirada entorno.
Mi cuarto se hallaba. tal como lo dejé hacia diez años. Allí estaba la cómoda en que guardaba mi ropa; mas allá el tocador con su espejito ovalado, donde ensayé la primera coquetería; donde coloqué en mi profusa cabellera de quince años la primera flor de juventud. Al centro el sillon y la canasta de labor parecian esperar la hora del trabajo ; aquí mi cama, en la que solo habian cambiado la colcha; pero en cuyas cortinas azules estaban en su mismo sitio las imágenes de santos que yo tenia prendidas con alfileres. Solo un cuadro de la Inmaculada, que adornaba el fondo habia sido reemplazado por Otro de la Mater Dolorosa, á cuyos piés estaban clavadas