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74 PANORAMAS. DE LA VIDA

Persuadidas de haber hablado en voz baja, se volvieron hácia mí y me invitaron á ponerme con ellas á la mesa, sonriendo la una á la otra como si nada hubiese pasado de desagradable entre ambas.

Mama Anselma fijó en mí una larga mirada; pero no pudo reconocer á la niña que en otro tiempo llevaba siempre en sus brazos.

Sinembargo, cuando resignándome á pasar todavia por una estrañía, dí las gracias á mis tias por su invitacion, mama Anselma hizo un ademan de sorpresa, y acercándose á mi tia Ursula, gritóle al oído.

—Señora, si tiene la misma voz de la niña Laura.

—¿ Quién? muger!

—Esta señorita.

—iDale! .... Y van dos!

Mama Anselma habia destapado los platos y servídonos la cena, compuesta de jigote, un trozo de carne asada, y aquel nacional y delicioso api mezclado con crema de leche cocida.

Mientras cenábamos, un mulatillo listo. y avispado entró saltando detrás de mama Anselma.

Era Andres su nieto, que diez años antes habia yo dejado en la cuna.

El chico me dió una ojeada indiferente, y sentándose en el suelo, sacó del bolsillo una trompa, y sugetándola entre los dientes, púsose á tocar