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PEREGRINACIONES 69

Carmela se apartó de su amante y fué á colocarse al lado de su madre.

Entretanto, la masa de sombra, que divisamos en lontananza, se aproximaba; de su seno surgían muros, torres, cúpulas. Muy luego el tañido de las campanas llegó á mi oído como el eco de voces amadas que me llamáran.

Atravesamos el rio, ese poético rio de Arias, de bulliciosa corriente. Poblábanlo multitud de hermosas nadadoras que, envueltas en sus largas cabelleras tomaban el último baño á la luz de las estrellas.

¡Qué dulces y dolorosos recuerdos! Cuántas de esas bellas jóvenes que triscaban entre las ondas, serian mis antiguas compañeras de juegos en ese mismo rio, que yo atravesaba ahora desalentado el ánimo y el corazon dolorido!

Vadeado el rio, no fuí ya dueña de mi emocion. Pagué al arriero, tomé mi saco de noche, y dando un adios rápido á mis compañeros, subí corriendo hácia la ciudad cuyas calles divisaba ya, anchas, rectas y tristemente alumbradas por la luz roja del petróleo.

Admiróme cuanto en tan pocos años se habia estendido la poblacion por aquel lado. Encontré barrios enteramente nuevos, en cuyas revueltas me estravié,