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PEREGRINACIONES 67

maravillosas de la infancia, los primeros ensueños de la juventud, rosados mirages en cuya busca venia ahora para refrescar mi alma dolorida. ¿Volvería á encontrarlos ?

Fijos los ojos en la encantada vision, no podia hablar por que mi voz estaba llena de lágrimas.

El anciano, deteniéndose de pronto, tendió el brazo en aquella direccion y esclamó: ¡Salta!

Y aplicando media docena de latigazos á sus fatigadas mulas, echó á andar con ellas hácia la pendiente formada por un sendero tortuoso que serpeaba hasta la orilla del rio.

—¡ Hemos llegado !—esclamó don Fernando, con acento doloroso.

La pobre madre ahogó un gemido: Pensaba en la hora llegada ya, de la separacion.

—¿ Qué hacer, amiga querida ?— le dijo su marido —qué hacer, sinó conformarnos con lo irrevocable! Al menos, nuestra hija descansará de las fatigas de este penoso viaje.

—;¡En la tumba !—murmuró Carmela.

—¡No!—replicó Ariel, que á favor de la oscuridad permanecia ú su lado—no, amada mia; por qué entre tí y esa tumba que te aguarda está mi amor. El voto que nos separa es un voto sacrílego que Dios no acepta: en él le consagrabas una alma que era ya mia; y al entrar en el santuario del amor divino