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64 PANORAMAS DE LA VIDA

invitaciones que conmovieron ú mis compañeras.

Aquel delicioso lugar era el valle de la Silleta.

El deseo de adelantar camino hácia el término de nuestro viage, nos impidió aceptar la graciosa hospitalidad de aquellas amables gentes; y alumbrados por los últimos reflejos del crepúsculo, seguimos la marcha por aquellos poéticos senderos cubiertos de perfumada fronda. que parecian delírios de la fantasía ú quien no conociese el explendor de aquella hermosa naturaleza.

Era ya noche. Mabíamos dejado atrás, hacía largo rato, los blancos caseríos de la Silleta, con sus floridos vergeles, y caminábamos bajo un bosque de árboles seculares, que enlazando sus ramas, formaban sobre nuestras cabezas una bóveda sombría, fresca, embalsamada, llena de misteriosos rumores.

Profundo silencio reinaba entre nosotros.

Parecíamos entregados ú la contemplación de aquel nocturno paisage; pero en realidad callábamos por que nos absorbian nuestras propias emociones.

El arriero guiaba; seguíalo don Fernando con los brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza inclinada. Cerca de él iba su esposa recatando sus lágrimas. Tras de mí venia la jóven monja, envuelta en su largo velo, blanca y vaporosa como Favorecido por la oscuridad,


una vision fantástica.