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62 PANORAMAS DE LA VIDA

en el patio de la casa de postas, sor Carmela, exhaló un grito, y cayó desmayada en mis brazos.

Sus padres se alarmaron con aquel accidente que no sabian á qué atribuir: no así yo, que detrás un grupo de árboles que sombreaba el patio habia visto eruzar un hombre cuya silueta, á pesar de la oscuridad del crepúsculo, me recordó la figura arrogante de Enrique Ariel.

En efecto, á la mañana siguiente, el bello cubano se presentó á nosotros anunciándose como un añadió, mucho mas léjos; pues se dirijia 4 Buenos Aires.

Al verlo. sor Carmela estrechó convulsivamente mi mano, y en sus bellos ojos se pintaron á la vez el gozo y el terror.


compañero de viaje para ir

Desde ese dia el viaje se tornó para la joven religiosa en una série de emociones dulces y terribles, que, como lo decia su misteriosa carta al esplicar su situación, tenian suspendida su alma entre el cielo y el infierno.

Y yo, paso á paso y trance á trance iba siguiendo aquella romántica odisea que bajo las apariencias del mas severo alejamiento se desarrollaba desapercibida para los otros, en esas dos almas enamoradas, teniendo por escenario el desierto con sus ardientes estepas, sus verdes oasis y su imponente soledad.

Cuántas veces, con el corazon destrozado, todavia,