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52 PANORAMAS DE LA VIDA

encuentro de personas estrañas entre sí, me refugió al lado del arriero.

—Señor Ledesma—le dije—V. que es el director de la caravana, ¿por qué no me ha presentado ú mis compañeros de viaje ?

—Eh! niña—respondió, con una risa estúpida— qué se yó de todas esas ceremonias? Ni para qué? Las gentes se dicen —Buenos dias, —y andando!

El galope de un caballo interrumpió ú Ledesma en su curso de urbanidad.

La jóven de la larga túnica blanca volvió vivamente la cabeza, á tiempo que desembocando de una encrucijada, el ginete que poco antes corria hácia el puerto, se plantó en medio del grupo.

Era un hombre de cincuenta años, alto, delgado, tieso, con un largo bigote gris que pregonaba el militarismo, parlante por demás en toda su persona.

—Qué tal! —esclamó con aire de triunfo, enseñando un reloj que llevaba abierto en la mano—;¡ qué tal, doctor! Tres cuartos de hora me han bastado para ir y volver del puerto con esta prenda olvidada. Señores, añadió, paseando una mirada en torno, — ¿he ganado ó nó, al doctor Mendoza su petaca de habanos?. a+. Aht.... exclamó, reparando en mí de pronto —nuestra compañera de viaje! Señora, permítame V. el honor de presentarle á Fernando Villanueva, su servidor.