PEREGRINACIONES 51
—Este es uno de los viajeros que acaban de salir con el arriero de V.—dijo el general V.— Algo grave les habrá sucedido.
Pero á media hora de marcha los alcanzamos caminando á buen paso y al parecer sin incidente alguno.
Habia llegado el momento de la separacion. Profundamente enternecidatendíla mano al generoso prefecto que tan noble hospitalidad me dió y abracé llorando á su preciosa hermana, cuyas lágrimas se confundieron con las mias.
El general Y. pidiendo su parte en la despedida, puso fin á aquella escena.
Quedéme sola entre mis nuevos compañeros de viaje. Eran estos, cuatro hombres y dos señoras. Una de ellas vestia amazona de lustrina plomiza estrechamente abotonada sobre su abultado seno. La otra, esbelta y flexible, envolvíase en una larga túnica de cachemira blanca, cuya amplitud no era bastante á ocultar su gentil apostura. Cubrian su rostro dos velos, uno verde, echado sobre Otro blanco que caía como una nube en torno de su cuerpo, y á cuyo trasluz se entreveía el fulgor
dos grandes ojos negros que se volvia
con visibles muestras de inquietud.
Intimidada por la frialdad natural