PEREGRINACIONES 49 cuarto, sentí caer un papel á mis piés. Era la carta de letra fina y prolongados perfiles.
Abriíla con culpable curiosidad, lo confieso; y leí en renglones manchados con lágrimas:
« Oculta en el recinto claustral que debe encerrarme, aun ú hordo de un vapor, no te veia, pero sentia tu presencia cerca de mí. Nunca, desde el dia fatal que nos unió y nos separó para siempre, nunca mas te aproximaste 4 mí; y sin embargo reconocía tus pasos. Jamás oí el acento de tu voz: y no obstante, el corazon sabia distinguirla entre el rumor de bulliciosas pláticas. . . mezclado muchas veces ú voces alegres de mugeres, cuyas risas llegaban á mí como los ecos de la dicha al fondo de una tumba!
«O tú, á quien debo arrojar del pensamiento, en nombre de la paz eterna, único bien que me es dado ya esperar, cesa de seguirme. Qué me quieres? Tú caminas en la senda radiosa de la vida; yo entre las heladas sombras de la muerte. Aléjate: no turbes mas mi espíritu con las visiones de una felicidad imposible que tienen suspendida mi alma entre el cielo y el abismo. »
¿Por qué, al leer esta misteriosa carta pensé ú la vez, y reuniéndolos en una sola personalidad, en el hombre del peñasco, y en mi bello acompañante de cuadrilla ?