ás PANORAMAS .DE LA VIDA
Saludé á mi caballero, tomé su brazo, y fuimos á mezclarnos al torbellino danzante, que en ese momento hacia el wals.
—Amable peregrina—díjome al paso el general, que jugaba al rocambor en un estremo del salon— venga usted á hacer la última trampa.
—Allá voy, general; pero no se pique usted, si tambien doy el último codillo.
—Juega usted, señora ?2—preguntó mi apuesto caballero, con una voz dulce y grave, del todo en armonía con su bello personal.
—S$í, pero muy pocas veces. Y usted, señor?
—Jamás.
—No será usted americano.
—Gloríome de serlo: soy cubano.
—Ah! de cierto, cuando yo he llegado, hace cuatro dias, usted no estaba aquí todavia.
—He venido por el último vapor.
Hubo algo de tan recónditamente misterioso en el acento con que fué pronunciada esta sencilla frase, que levantó en mi mente un torbellino de suposiciones á cuál mas fantástica.
Era un contrabandista ? era un espia? era un conspirador?
Pero el baile tomó luego un caracter bulliciosamente festivo, y desterró aquellas quimeras.
Aquella noche, al desnudarme, ya sola en mi