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EL POZO DEL YoccI 447

disolucion, estrechábala en sus brazos hasta ahogarla y ensangrentaba sus lábios con rabiosos besos. Y aquellas mugeres, gastadas por el vicio, ávidas de emociones, y fascinadas por el misterioso ascendiente de ese hombre á quien creian un ser sobrenatural, sufrian con placer, y se disputaban la tortura que él se dignaba imponerla.

XVI

El juicio de Dios

Una noche que en alegre algazara y entre la multitud de sus ébrios amigos, salia de uno de esos prolongados banquetes, Aguilar sintio una mano fria apoyarse en su brazo. Volvióse, y vió á su lado una muger vestida de blanco y el rostro oculto bajo un largo velo.

—-Cuál de ellas eres, mi bella disfrazada,—la dijo

alegremente—Mergarita? . . .Julia? . . . Tránsito? Pepa? .... Silencio . . . . Ninguna repuesta se hizo oir bajo

el misterioso velo; y solo las voces discordantes de las nombradas chillaron acá, allá y acullá—Qué me quieres, hermoso Aguilar, me llamas?— Aquí estoy Aguilar.

—Pues bien!—continuó él—quien quiera que