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EL POZO DEL YOCC1 441

rabia satisfecha, desciñóse la faja roja que contenia sus armas, ató con ella una piedra al cuello á su víctima y la arrojó al pozo.

Y luego desplegando el papel que apretaba su convulsa mano, lo espuso al rayo de la luna y leyó ....

De repente, la palidez de la cólera dió lugar á la palidez del espanto. Una nube sangrienta oscureció sus ojos; su corazon cesó de latir, y su lengua helada balbuceó con acento desesperado—¡Era su hermano !

Tres dias despues, el general Heredia, paseando con algunas señoras en los bosquecillos floridos de San Bernardo, encontró sentado sobre una roca un hombre pálido y sombrío, con los vestidos en desórden, la cabeza descubierta y la mirada fija:

—Es un loco !—dijeron las señoras, agrupándose medrosas detrás del general.

—No—dijo Heredia, reconociéndolo—es el esposo ultrajado de la infame que abandonando hasta el cadáver insepulto de su madre, ha huido con el conspirador boliviano.

Aquellas palabras despertaron á Aguilar de la enagenacion en que yacía. Las ideas vagas que en oleadas ardientes se entrechocaban en un cerebro, tomaron de pronto una fijeza terrible. Midió con un solo pensamiento la enormidad de su crímen