434 PANORAMAS DE LA VIDA
se halla aquí. (Aurelia tembló) Deseára conferenciar con él antes de entregar al prisionero.
—Imposible! la órden misma que acaba usted de leer lo prohibe, vedando toda intervencion.
—Es verdad.
Y el oficial desapareció entre las arcadas del cláustro. A una seña que al alejarse hizo al cabo de guardia, éste habia apagado el farol; y el cuartel yacía en profundas tinieblas. Aurelia palpitante de zozobra contaba los minutos por los latidos de su corazon; pero no aguardó largo rato. Entre la oscuridad vió luego venir dos hombres cogidos por el brazo. Elunoera el oficial de guardia, el otro Fernando Castro.
El oficial puso la mano del prisionero en la de su libertadora, y los acompañó hasta la calle. Luego, inclinándose al oido de aquel, díjole con un acento que apesar suyo revelaba honda envidia :
—Confíese V., comandante, que es violenta á no poder mas la transicion . . . . pardiez . . . . de esa barra de platinas á esos bellísimos brazos que de tal manera hacen perder la chaveta al general.
Aquellas palabras dichas á la intencion de la muger encubierta, recordaron á Aurelia lo que la angustiosa espera de esa hora la hiciera olvidar: el rol que la venganza de Juana queria imponerla.
El rubor de la vergiienza ardió en su frente y