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432 PANORAMAS DE LA VIDA

—Comprendo, murmuraba Aurelia, marchando veloz á lo largo de las calles desiertas, á esa hora silenciosa.

¡Pobre Juana! los celos han oscurecido tu alma noble y hermosa. Hoy quieres vengarte y mañana te arrepentirás amargamente de haberte vengado. No, no será así, no. Yo lo echaré todo sobre mi y ahorraré el remordimiento á tu hermoso corazon, ya tan desgarrado!

Y en tanto que Juana recorria el cuarto con agitados pasos, sonriendo á la perspectiva de una venganza próxima que saboreaba de antemano con la amarga sensualidad del odio, la animosa jóven marchaba con ademan severo á acometer su peligrosa empresa. Una grande luz habia brillado en su alma y disipado las dudas que la atormentaban; y ahora caminaba segura llevando por guia la conciencia.

Así subió las calles que en suave pendiente conducen á San Bernardo, situado al pié de la montaña de este nombre.

El antiguo monasterio, convertido en cuartel, se alzaba al frente, imponente y silencioso, dibujando su negra mole en el azul del cielo. De tiempo en tiempo elevábase de su recinto, como los chillidos de una ave nocturna, el agudo alerta de los centinelas colocados en las torres y bóvedas del vetusto edificio.