EL POZO DEL YOCC1 431
y hasta la vida de tu esposa ú merced de una aventurera.
Y arrancando la página, sentóse á un bufete, y escribió sobre ella dos líneas con la mano izquierda.
—Hé aquí la vida que me pides, Aura mia, dijo, tendiendo el papel á Aurelia que lo tomó presurosa —héla ahí; pero á mi vez te impongo una condicion.
—Cuál? habla pronto !
—+¿ La otorgas ?
—Aunque me cueste la vida.
—Y bien, héla aquí.
Mientras asi hablaba, Juana habia tomado de su guarda-ropa un vestido de gasa blanca y trasparente, un velo y un bornuz del mismo color, y con ligereza asombrosa, despojaba á Aurelia de sus lúgubres ropas y la revestía con aquella magnífica gala.
—Juana, tu me impones una profanacion. .... Esta mundana librea para el duelo de mi alma!
—Yo te lo ruego, Aura mia . . . . Además exijo de tí que al presentar esta órden al jefe de la guardia que custodia al prisionero, lleves el rostro asi cubierto.
Y Juana bajó el velo sobre el rostro de su amiga...