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EL POZO DEL YOCCI 429

—Mande mi ama, respondió con fervor, ¿qué quiére de su esclava? Hé aquí mi puñal: diga una palabra, y atruvesaré el corazon á su enemiga.

—No: la muerte no me vengaria de ella. Morir amada! . .. . una apoteosis! No: yo quiero que llore como yo he llorado; que pase como yo noches de desesperado insomnio: que la rabia seque su corazon y consuma su belleza como ha consumido la mia.

Hoy comienzo; y para ello ordénote que me traigas ese album en este momento; y que sacando á Tenebroso de las caballerizas de la santiagueña, lo coloques en algun sitio solitario, ensillado y pronto para recibir un ginete. Sobre todo, vuelve luego. La mulata se alzó de los piés de Juana y desapareció.

Aurelia se volvió en silencio hácia esta y le mostró el reloj que señalaba las diez.

—Un instante, hermosa, la dijo Juana—un instante y verás cumplida mi promesa .... y y0.... principiada mi venganza! añadió con voz sorda.

Rafa no tardó en volver, trayendo un libro que puso en las impacientes manos de Juana. Era uno de esos magníficos Kepseak en que el grabado inglés ostenta sus maravillas. Los dedos convulsos que lo abrieron recorrian con febril ansiedad las doradas páginas, estropeando impiamente los tesoros de arte y de talento que las enriquecian.