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rodilla, y besando la estremidad del zapato de raso blanco que asomaba entre la falda . ....

—Basta! exclamó la esposa de Heredia, con voz trémula—Rafa, necesito ese libro : vé á traérmelo y vuelve al momento . . . . Porqué tardas? vete !

—Aun hay mas, mi ama !

—Lo estás oyendo, corazon? Endurécete y escucha todavia !

—Fausta sonrió tiernamente al general y añadió entre un mohin y un suspiro.

—Sin embargo, te confieso, mi bizarro Alejandro . - « « Qué nombre tan bello es el tuyo: Alejandro ! - « - » Qué iba á decirte y0? .... Ah! .. . que entre esos enemigos hay uno de quien estoy perdidamente enamorada ....

El rojo de la cólera invadió visiblemente el rostro del general, que fijó en Fausta una mirada feroz.

Ella se reclinó en su hombro; levantó hácia él sus ojos con zalamería y le dijo en voz baja:

—Sabes quién es, Alejandro? Nunca adivinarias ese rival, ni querrias dármelo, tal vez. Es un cierto tenebroso que tú conoces bien. Dizque corre como el viento. Ah! yo deseara que él y tu bayo nos llevara en una sola carrera mas allá de este mundo por los espacios desconocidos, donde la fantasía crea, en dorados sueños, la mansion del amor libre y eterno . . . . Ah! héme aquí, como