EL POZO DEL YOCCI 447
Juana quiso quedarse con Aurelia; pero esta le pidió la dejara sola com su madre. Abrazóla tiernamente, la despidió, y vino á postrarse á la cabecera del lecho.
La moribunda estrechó la mano de su hija entre las suyas húmedas y heladas, y le pidió por señas recado de escribir. Habia perdido el habla. Aurelia bañada en lágrimas le obedeció.
La enferma atrajo á sí la cabeza de la jóven, posó en su frente los lábios yertos ya por la proximidad de la agonía, y le hizo señas de quese alejara é hiciera acercar al sacerdote.
Aurelia cedió su puesto, á pesar suyo, al ministro de Dios, y fué á encerrarse en su cuarto. Arrodillada ante el lecho nupcial, vacío y siniestro como un catafalco la jóven apoyó en él su frente coronada de flores, pero pálida y fria y se hundió en un desvarío doloroso.
El sonido de un timbre la arrancó bruscamente á aquel estado estraño, entre el delírio y la plegaria. Alzóse anhelante, y corrió al cuarto de la enferma. Pero al pasar el umbral dió un grito y cayó de rodillas.
Sobre aquel lecho donde pocos momentos antes la habia despedido con una caricia, su madre yacía
inmóvil y el rostro oculto bajo los pliegues del
sudario. 2