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PEREGRINACIONES 390

ropa blanca: una maleta para guardarla, y un libro de nota. A esto añadí un frasco de florida de Lemman y otro de colonia de Atkinson, por que sin los perfumes no puedo vivir.

Qué contenta arreglaba yo todos estos detalles de mi nueva existencia! De vez en cuando, llevaba la mano al corazon y me preguntaba que habia sido de ese dolor del alma que ocasionó mi enfermedad. Dormía ó había muerto; pero no me hacia sufrir. Ah! él me esperaba despues, en una cruel emboscada!

Hasta entonces, aturdida por el torbellino de sensaciones diversas que en mí se sucedian, no me habia detenido ú pensar háciu donde dirigiria mis pasos. Dejábame llevar, surcando las olas, como la gaviota de que hablaba el doctor, sin saber ¿ donde iba; y así habian pasado seis dias. Nos hallábamos en frente de Cobija, y próximos á entrar en su puerto. Era pues tiempo de tomar una resolucion, que yo aplazaba con la muelle pereza de un convaleciente. Mas ahora, fuerza era decidirse y Optar entre Chile y el árido país que ante mí se estendia en rojas estepas de arena hasta una inmensidad infinita. La eleccion no era dudosa: ahí estaba Chile con sus verdes riberas, su puro cielo, y su clima de notoria salubridad...

Pero ah! mas allá de ese desierto que desplegabu