EL POZO DEL YOCCI 385
Tomábalas él en puñados cogidos al acaso; las estraía una á una de su mano cerrada, y las arrojaba al fuego, examinando con atencion la flama que producian, y aspirando el perfume que exhalaban ....
—Dios mio! exclamó Juana, con esa mezcla de ligereza y sentimentalismo que la caracterizaban.
—Cuánto he perdido! Una caverna! un monstruo! los ritos de un culto misterioso! .. . . qué motivos
—La mirada, ú la vez reposada y penetrante de esos ojos sombreados de espesas cejas blancas, alzó de repente y se fijó en nosotros.
En ese momento, de entre el puñado de yerbas que ocultaba su mano izquierda y que extraia la derecha, salió una hoja de ciprés.
Una espresion de bondad mezclada de dolor se pintó en aquel semblante; desarrugó su frente, vagó en sus ojos, y se detuvo en sus lábios, convirtiéndose en una triste sonrisa. Arrojó la hoja al fuego, y nos llamó con una seña.
Hizo sentar á mi madre en un trozo de roca, y volviéndose á mi que doblaba ante él la rodilla poseida de una emocion pavorosa—Sé lo que vienes á pedirme, bella niña, dijo con una voz armoniosa y grave como el tañido de una campana—leo en tu
corazon: confias y esperas. Mas sabe que la ciencia 25