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384 PANORAMAS .DE LA VIDA

En el centro de la cueva y delante de una hoguera alimentada con yerbas secas que exhalaban acres y estraños aromas, hallábase posado el busto de un hombre cuyos miembros atléticos tenian el color y los dorados reflejos del bronce.

Una larga cabellera cana y una barba del mismo color, contrastaban con la negra y juvenil mirada de unos ojos profundos y huraños como los de una ave que anidaba á su lado.

Aquel torso de poderosa musculatura, truncado de repente, como al golpe de un martillo, parecia tallado en la peña rojiza que le daba asiento y semejaba áú esos ídolos de las pagodas indias, esculpidas en el granito de sus altares. La llama de la hoguera prestaba tal verdad á esta fantasía, que el movimiento de aquellos párpados, y el alentar de aquel pecho parecian un prodijio inherente á los misterios del antro.

El ser estraño que contemplábamos, detenidas con medroso asombro á la entrada de la cueva, tenia delante de un monton de hojas de colores, formas y dimensiones diversas, y que pertenecian á todos los árboles de la creacion, desde el ombú de la Pampa, hasta el tara de la sierra; desde el cocotero del Ecuador, hasta el pino de las nieves. Pero esas hojas estaban frescas, recientemente arrancadas de sus ramas.