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382 PANORAMAS DE LA VIDA

tomaba. El instinto mas que la voluntad me llevaba hácia tí.

Sin que de ello me apercibiera, Peralte y Esquivel me habian dado alcance, y me venian escoltando.

Ah! que enojosa es la presencia de testigos cuando llevamos en el rostro el rubor de un ultraje. Cada mirada, por benévola que sea, nos parece una sangrienta burla; y en la frase mas afectuosa creemos sentir la punta acerada del desprecio.

Mientras la esposa de Heredia hablaba, su compañera, con la frente entre las manos, la escuchaba meditabunda.

—Aura ! te he entristecido esponiendo á tus ojos la tempestuosa atmósfera conyugal, que pronto vá á ser la tuya!

Háblame : tu voz disipará las nubes que oscurecen mi alma.

—Ah! murmuró la jóven,con profundo abatimiento —yo creía que nada podría turbar la serenidad radiosa de dos séres unidos por Dios, en el amor infinito, en una sola existencia.

—Yo tambien acaricié esa deliciosa utopía, y creí eterno el amor de Alejandro. Pero un dia, entre él y yo se alzó como un muro de bronce, la influencia fatal de esa muger; y la desconfianza, el odio y una perpétua alarma se deslizaron en mi corazon, y lo