EL POZO DEL YOCCI 381 Peralta, y un oficial que lo acompañaba, nada menos que el nuevo edecan de Heredia, ese porteñito Esquivel que ves ahí.
Peralta que reconoció á Tenebroso, palideció de tan estraña manera que todo melo reveló.
Valida del antifaz que llevaba, pasé ante ellos sin hablarlos, y poniendo á galope mi caballo, muy luego llegué á una altura que dominaba el campamento.
En la vasta llanura que se estendia á mis piés, Alejandro pasaba revista al ejército, que en ese momento ejecutaba vistusas evoluciones.
En la falda de la altura donde yo me hallaba oculta tras de un pedrusco, el general rodeado de su estado mayor tenia al lado una muger vestida de una suntuosa amazona color de grana y bordada de oro . . . . Adivinas quién era?
—;¡ Ella !
Ella! . . . . la infame que no solo me roba el amor de mi marido, sino hasta los colores con que yo sola tengo derecho á engalanarme! . . . . Tu que me llamas visionaria, ¿qué dices á estas visiones ?
Aura inclinó la cabeza.
—Como tú, yo tambien doblé la frente avergonzada de mí misma; y llorando de rábia, eché adelante mi caballo y lo hize correr sin saber que direccion