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EL POZO DEL YOCCI 379

el objeto de mi peregrinacion ; y tu poeta si habia de completar mi drama, tendria que dar en él cavida al despecho.

—El despecho! No te comprendo.

—Y sin embargo sabes todos los secretos de mi corazon!

—Dios mio! Te preocuparán todavia esas injustas sospechas ?

—0h ! pero ahora son profunda certidumbre.

—Visiones! hermosa mia.

—Escucha y juzga. Cuando procuraba acallar en mi espíritu esas alarmas que te parecian quiméricas, pero que me llegaban en los rumores del pueblo, esa voz de la verdad, el mismo Alejandro vino á justificarlas de un modo irrecusable.

Anunció que iba ¿ marchar al ejército, ordenó los preparativos, y acercándose á mí en estremo cariñoso dióme el abrazo de despedida.

Aquella ternura inusitada hace tiempo, parecióme sospechosa; pero el corazon de la muger acoge tan confiado el bien!

Quiero acompañarte! exclamé, seducida por la halagiieña prespectiva de mostrarme en aquellos sitios vedados para las mugeres, al lado del hombre cuyo desamor me echaba en cara con insolencia.

Heredia acogió mi deseo con visible contrariedad, y le opuso toda suerte de obstáculos; pero vió, sin