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378 PANORAMAS DE LA VIDA

custodiada solo por mis dos pajes y llevando al lado á mi madre enferma, imaginábame una princesa errante; y la fantasía se llevaba tras sí mi pobre cuerpecillo, y ambas íbamos á parar allá á las edades pasadas; y nos plantábamos en una de esas encrucijadas, en la espera de un Amadís para demandarle un don. Pero hé aquí que quien se aparece es una dama que vestida de negro y cabalgando en un corcel del mismo color, viene asistida de dos caballeros con espada al cinto y el yelmo cristino en la cabeza. Se acerca, llega, alza su velo, cae en mis brazos. Es Juana! Juana la jóven y bella esposa del general en gefe de un ejército en campaña, traspasando de incógnito su línea de fortificaciones para internarse en lugares que el enemigo vá á ocupar de un momento á otro

« . . Ah! tu leyenda ha echado por tierra la mia.

Un poeta haria de ella un bellísimo romance. . . .

—Pues no!

—Y caería á tus piés si yo le dijera todo, si le dijera que desafiaste esos peligros solo porir en busca de una amiga, á dónde? á las agrestes soledades de Ttuya.

—Eso y mas te debe mi corazon, Aura querida. Pésame haberte encontrado de regreso. Habríame sido tan grato ocultarme contigo en esas misteriosas hondonadas . . . . por que ay! no essolo tu amor