364 PANORAMAS DE LA VIDA
La rama de un jazmin, que descolgaba sus blancas flores sobre la calle, rozó al paso el ala de su sombrero.
A este contacto el jóven patriota levantó la cabeza y paseó una triste mirada por los grupos de árboles que descollaban en oscuras masas al otro lado del muro.
—Hé ahí el vergel que plantaron tus manos, madre querida! murmuró con doloroso acento, hé ahí las flores que tanto amabas. Ah! deja un momento la mansion celeste y mezclándote á su deliciosa esencia, ven á acariciar la frente de tu hijo proscrito y maldecido.
Calló; y apartando los enmarañados festones de lianas que tapizaban las paredes, buscó á tientas, y encontró una puerta que se dispuso á abrir, con la llave que habia mostrado á su compañero.
Pero en el momento que la introducia en la cerradura, la puerta se abrió y en su vacio oscuro de dibujó una sombra.
Dos esclamaciones partieron á la vez.
—¡Un hombre saliendo á esta hora de la casa donde Isabel habita!
—¡Un hombre que pretende entrar á la morada de Isabel!
—Quién eres tú que osas cerrarme el paso?
Dijo furioso el uno.