362 PANORAMAS DE LA VIDA
—Al oirte, se diria que te interesa mucho saberlo.
—Inmensamente. Escucha. Bajo esas bóvedas que blanquean en las tinieblas, duermen ó velan algunas docenas de bellos ojos que tienen cautiva mi alma.
Este exordio ¿no te revela el recelo de tener un rival, y la necesidad de tranquilizar al amigo que te pregunta—Dónde vas?
—A casa de mi padre—respondió el interrogado, sonriendo tristemente.
—¡A casa de tu padre, que te ha maldecido y cerrado sus puertas porque sigues la bandera de los libres!
—Aunque injusta, me inclino ante esa cólera, y no pretendo desafiarla. Dios, en la equidad de sus juicios, acordará á cada uno de nosotros, la parte de induljencia que merece: al uno como americano, al otro como español.
Pero hay en esa casa, vedada para mí, un ser querido, una hermana que deseo abrazar; hay un sitio vacío por la muerte, donde anhelo prosternarme y llorar antes que mi padre, decidido á emigrar á la Península, me haya arrebatado la una y enagenado el otro. Esta llave de una puerta escusada del jardin, que yo llevé conmigo, como un recuerdo, me abrirá paso á ese recinto sagrado, donde voy á