EL POZO DEL YOCCI 355
de azares y de peligros; y en aquel momento, sentados en torno de la misma lumbre, reunidas en pabellones sus hetereogéneas armas, y mezclando sus dialectos, se abandonan á las turbulentas pláticas del vivac.
Allí se encuentran, al acicalado bonaerense; el rudo morador de la pampa; el cordobés de tez cobriza y dorados cabellos; y el huraño habitante de los yermos de Santiago, que se alimenta de algarrobas y miel silvestre; y el poético tucumano, que suspende su lecho á las ramas del limonero; y los pueblos que moran sobre las faldas andinas; y los que beben las azules aguas del Salado, y los tostados hijos del Bracho, que cabalgan sobre las alas veloces del avestruz; y el gaucho fronterizo, que arranca su elegante coturno al jarrete de los potros.
—Qué flaco está el rancho, sargento Contreras— exclamó un mulato salteño, dirijiéndose á cierto hombron de rostro bronceado y ondulosa cabellera, mientras revolvia un churrasco en las brasas del hogar—Nadie diria que hoy hemos matado tanto gallego de mochila repleta.
—Y llevando un convoy de víveres frescos, que no habia mas que pedir.
—;¡Al diablo el comandante Heredia y su fuego de flanco! Otra cosa habria sido, si mandara cargar