EGRINACIONES 35
la bahia, iba yo pensando. no sin recelo, en ese mal incalificable, terror de los navegantes: el mareo. Habíalo sufrido con síntomas alarmantes cuantas veces me embarqué, aun en las condiciones de una perfecta salud. ¿Cuál se presentaria ahora, en la deplorable situacion en que me hallaba ?
Pero yo habia resuelto cerrar los ojos á todo peligro; y asiendo mi valor á dos manos, puse el pié en la húmeda escalera del vapor ; rehusé el brazo que galantemente me ofrecia un oficial de marina, y subí cual habia de caminar en adelante: sola y sin apoyo.
Como mi equipage se reducia, cual tú dices, á mi velo y mi abanico, nada tenia que hacer, sinó era contemplar la actividad egoista con que cada uno preparaba su propio bienestar durante la travesía.
Sentada en un taburete, con los ojos fijos en las arboledas que me ocultaban Lima, y la mente en las regiones fantásticas del porvenir, me abismé en un mundo de pensamientos que en vano procuraba tornar color de rosa.
Allá, tras de esas verdes enramadas que parecen anidar la dicha, está ahora mi madre hundida en el dolor; y yo que la abandono para ir en busca de la salud entrelos azares de una larga peregrinacion, en castigo de mi temeridad voy, quizá, ú encontrar la muerte!