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JUEZ Y VERDUGO 347 de una bella estátua de alabastro, de una identidad tan pasmosa, que suplia al epitafio.

Apoyada la cabeza en el pedestal, una bella jóven enlutada, elevados al cielo sus ojos, oraba en muda plegaria.

El coronel cayó de rodillas ante aquella mujer y ante la imágen de su hija.

A su vista, la jóven se turbó, y una espresion de dolor y de resentimiento pintóse en su semblante.

—Angel del cielo! —exclamó el coronel —tú, que vienes á velar el sepulcro que yo abandonaba, dime tu nombre para amarlo y bendecirlo.

—Fuí su amiga, juré amarla mas allá de la muerte, y cumplo mi promesa.

—Tu nombre! tu nombre!

—Soy la hija de aquel á quien vos llamais vuestro enemigo, y que gime en el destierro. ........

Un dia, á la hora en que la luna se alza, blanqueando los mármoles y ennegreciendo los cipreces, dos ancianos y una jóven de rodillas ante el sepulcro de Aura, oraban,con las manos entrelazadas, en señal de reconciliación.

FIN DE JU£Z Y VERDUGO