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JUEZ Y VERDUGO 343

De repente exhaló un grito.

Detrás su corona de novia, Inés vió surgir dos ojos negros llameantes, terribles, que la miraban con expresion siniestra.

—¡ Bruno !—exclamó aterrada ante la inesperada vision.

—Si!—respondió este, Bruno, á quien no esperabas, enteramente olvidada de tus promesas.

—¡Oh Dios! qué me quieres pues?

—Vengo á reclamar el precio de mi crímen: tu amor!

—¿ Desgraciado, ignoras que en este momento voy á dar mi mano á otro?

—Desgraciada! ignoras que yo no lo permitiré ? — Infame! sal de aquí, ó mando á mis criados que arrojen.

—Perjura! ¡vas á seguirme!

—¡ Edgardo! socorro !—gritó espantada Inés. —Quieres darte á otro? Pues muere!

Y Bruno hundió su puñal en el pecho de la jóven bañando en sangre su blanco vestido de novia.

Inés cayó sin poder dar un ay: el puñal de Bruno le habia atravesado el corazon.

Consumado el crímen, Bruno, en vez de huir, esperó.

Los convidados, atraidos allí por los gritos de Inés,

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