JUEZ Y VERDUGO 341 y cayó á su vez, atravesado de una bala su corazon.
El criado del incógnito tomó en sus brazos el cuerpo inanimado de su amo, y lo colocó en el coche, que partió á galope y desapareció.
El cadáver del jóven secretario fué conducido á su casa, sin que la Policia haya podido descubrir huella alguna del de su misterioso adversario. »
Dos personas solamente sabian quien fué el matador de Luis.
Inés y el coronel.
Inés lo adivinó; y la palidez del crímen subió por primera vez á su frente ; y por vez primera el terror del delito penetró en su alma. Tuvo miedo de su soledad; miedo supersticioso, y escribió á Welsley— «El obstáculo que impedia nuestra union ha desaparecido ; y ahora puedo ser tuya. »
El coronel recibió una carta datada en Paris y que contenia estas líneas:
« Al primer naufragio que tenga lugar en el Mediterráneo, los diarios de Paris anunciarán entre los nombres de los que hayan perecido los de Enrique R. y su bella esposa, que regresaban de Egipto. Vivid en paz. Desde mañana una tumba ignorada guardará para siempre nuestro secreto. »