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JUEZ Y VERDUGO 337

turbó visiblemente á la novia de Wesley. Pero, disimulando su emocion—¿ Permite mi amado señor? —dijo con su deliciosa sonrisa. Y abrió aquella carta.

Una mano impaciente, estrujando la pluma, habia trazado en ella estas palabras que hicieron palidecer á Inés:

—+« Tú que conoces la violencia de mi carácter y la inmensidad de mi amor, debes comprender que tu ausencia es la muerte, y mi espera el infierno.

Y bien! piensa que te amo y espero. ...»

Inés hizo un violento esfuerzo para llamar la serenidad á su frente.

—Pobre querida chica! exclamó Esta hija de los campos se ha prendado de mi con un cariño verdaderamente salvaje, y quiere á todo trance venir á reunirse conmigo, abandonando á sus padres, y desafiando el ridículo que aquilaaguarda. Amaríasme tú, Edgardo, con tanta abnegacion.

—Ruégote que pongas á prueba mi amor.

—Oh! tiempo de sobra tengo para probarlo con el hierro y con el fuego .. . . como á los antiguos mártires—añadió, mirando contenta en un espejo, el rosado tinte que habia reemplazado su palidez.