JUEZ Y VERDUGO 335
moribundo ; pero lejos de tomar ni un momento de reposo, aterrado á la idea de que el delirio viniera á arrancarle su terrible secreto, hízose fuerte contra el mal y lo venció.
Hizo mas: desterró de la mente y del corazon al recuerdo de su hija, y cuando apesar suyo, la dulce imágen le aparecia, rechazábala indignado, oponiéndole los rencores implacables de la honra y del orgullo.
Empeñado en olvidar, dióse á viajes, á estudios, á ejercicios militares; á todas las distracciones, en fin, que su edad y su rango le permitian.
vi La Intuicion del ódio
Inés lo habia todo adivinado. La desaparicion de los esposos, la lúgubre alegría del coronel, y una cesion de todos sus bienes, que su hermano la envió de Panamá, no la dejaron ya nada por saber respecto al terrible desenlace preparado por ella.
Al abrir el pliego, que contenia solo el acta de donacion, Inés sonrió con su encantadora sonrisa ; y volviéndose á un bello jóven de raza sajona, que sentado al lado suyo le contemplaba con amor. Querido Wesley—le dijo—la hora de nuestra