32 PANORAMAS DE LA VIDA
de la justicia. como yo en aquel momento la de un amigo.
Así. ¡cuál me quedaria. cuando no lejos de mí oí cuchichear mi nombre !
Sin volverme. dirigí de soslayo una temerosa ojeada.
Un grupo de señoras que no podia ver en detal, pero cuyas voces me eran conocidas, se ocupaban de mí. señalándome, con esos gestos casi invisibles percibidos solo entre mugeres.
Es ella! —decia una—ella misma! —Laura? qué desatino! Si estú desahuciada—
replicaba otra.
—Cierto !—añadia una tercera—el doctor M.. que asistió ú la última junta, me dijo que ya no era ría antes
posible llevarla á la sierra, porque mor de llegar 4 Matucana; y que no comprendia como su médico no la mandaba preparar.
Aunque yo sabia todo aquello, pues lo habia leido en los tristes ojos de mi madre, y cojido en palabras escuchadas á distancia, proferido ahora con la solemnidad del sigilo y la frialdad de la indiferencia. me hizo estremecer de espanto. Las palabras del doctor—En la primera etapa todo habrá concluido resonaron en mi oido como un tañido fúnebre; el malestar producido por mi debilidad me pareció la agonía; el rápido curso del tren, lu misteriosa