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JUEZ Y VERDUGO 317

Aura dirijió á su esposo una mirada suplicante.

—Decídelo tú, hermana—dijo éste, volviéndose á Inés. Consentirás en venir á habitar con nosotros la casa de mi segundo padre?

—El coronel, que se ha declarado mi caballero-- respondió ella, con su habitual expresion de broma —hará cumplir mi voluntad, cuando declare que, hallándome en los veintiun años, edad de mayoría, quiero emanciparme del yugo fraternal, y habitar y mandar en la casa de mis padres.

—Por dolorosa que para mí sea esa resolucion, — repuso en el mismo tono el coronel—tengo de inclinarme ante la soberana voluntad que la formula.

Aura sintió 4 pesar suyo un movimiento de gozo. Sus ojos acostumbrados á hablar con los de su amiga, buscáronla entre la multitud; pero ella habia desaparecido.

Mas, ya, durante el trayecto, ambas habian forjado magníficos proyectos para el porvenir; proyectos que Aura debia realizar mas allá de sus esperanzas.

Inés fué ú establecerse en la suntuosa morada de sus abuelos, reedificada y embellecida con todo lo que pueden dar el arte y el oro. El coronel instaló á sus hijos en el principal de su elegante casa, guardando para sí los altos.

Al siguiente dia, Aura recorria su casa, entregada á una estraña preocupacion. Observaba la disposicion