JUEZ Y VERDUGO 307
buscar aquí las hijas de las ciudades ?—exclamó con voz cavernosa, á vi
a de las jóvenes.
—El secreto del destino — respondió Inés, acercándose á él seguida de Aura, que temblaba como la hoja en el árbol.
Yo nada quiero preguntar á ese númen inexorable; pero hé aquí mi compañera, que desea averiguar lo que en sus arcanos guarda para ella y los objetos de su amor.
—Temeridad! si tienes valor pura escucharlo, acércate para que yo lo lea en tu frente.
Y le señalaba un banco de piedra que estaba delante de él, donde Inés hizo sentar á la trémula jóven; que vió con espanto entre aquella masa de barbas, brillar dos ojos ardientes fijando en ella, con tenaz fijeza, una mirada sombría, fascinadora, que hirió su frente, hizo palpitar sus sienes, y cayó sobre sus párpados como un peso mortal; quiso hablar, y la voz se anudó en su garganta; quiso huir, y sintió sus miembros paralizados por una extraña postracion. Bien pronto, un inmenso aniquilamiento invadió su cuerpo, oscureció su espíritu y la dejó muda, inanimada, impresa en el semblante y en la actitud, la solemne inmovilidad de una estatua.
El ente extraordinario cuya mirada realizara