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JUEZ Y VERDUGO 291


No de otro modo sentiránse agitados aquellos á quienes atormentan con su presencia los espíritus infernales.

Inés volvió al piano y se dió á caprichosas improvisaciones, chispeantes unas de picaresca alegría, otras impregnadas de sombría tristeza.

Yola escuchaba meditabunda, y llena la mente de lasideas fantásticas que me inspira. Contemplando su bello rostro impasible al gozo, como al dolor que la música espresaba; y el estraño reposo de sus adormidos ojos, pensaba en ese mónstruo mitológico, á la vez muger y leon, que encierra en el granito de sus flancos los misterios del pasado y las amenazas del porvenir.

He tenido miedo; y alejándome de Inés, vengo á refugiarme en tu recuerdo. Es un santuario donde cesan mis temores; un oasis donde descansa mi alma.

¡Estraña situacion! Encuéntrome colocada entre un amor inmenso—Enrique, y un inmenso recelo— Inés. Y todo esto, sin poder confiar á nadie mis aprehensiones. Hablar de ello ¿mi padre? No me comprendiera, y reiría de mí. A Enrique? ¡Ah! él, tan severo! Una palabra perdería á Inés en su ánimo. A Luis? .... Temo mucho que él nada tenga ya que saber.

Estoy divagando! La noche, querida mia,