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PEREGRINACIONES 20

que su enferma, la de los endiablados síntomas, habia dejado la cama y se echaba ú viajar por esos mundos de Dios.

De súbito. la sonrisa se heló en mi lábio; las rodillas me flaquearon, y tuve que apoyarme en la pared para no caer. Un hombre. bajando el último peldaño de una escalera. se habia parado delante de mí.

Era el doctor.

Quedéme lela: y en mi aturdimiento hice maquinalmente un saludo con la cabeza. La aparicion de un vestiglo no me habria, ri con mucho espantado tanto en ese momento. como la del doctor. Un mundo de ideas siniestras se presentaron con él á mi imaginacion: mis proyectos frustrados; la fuga imposible, la muerte cercana, el sepulero abierto para tragar mijuventud con todas sus doradas ilusiones. Sí; por que allí estaba ese hombre que con la autoridad de facultativo iba 4 estender la mano, coger mi brazo, llevarme en pos suya, arrancándome á mi única esperanza, para encadenarme de nuevo al lecho del dolor, de donde pronto pasaria al ataud.

Todas estas lúgubres imágenes cruzaron mi espíritu en el espacio de un segundo. Díme por muerta; y cediendo á la fatalidad, alcé los ojos hácia el doctor con una mirada suplicante.

Cual fué mi asombro cuando lo ví contemplándome