JUEZ Y VERDUGO 265
Por dicha, nuestro correo, despachado al amanecer, recibió contraórden, y solo partirá mañana. Así, puedo recojer mi carta, y continuarla con el relato de los incidentes de ayer, embrollados hasta ahora en mi mente, y que tienen todo el sabor de una novela.
Aunque partimos temprano de Arcorí, nombre de esta finca que recien se me ocurre poner á tus órdenes; y aunque el trayecto fuera de media hora, mi padre perdió tres, recordando con un veterano de la independencia, que nos dió alcance en el camino, cierto combate de antaño, en que ambos tuvieron parte. Y tanto se engolfaron en aquellas caras memorias; y tantas veces se detuvieron para mirar los puntos extratéjicos que elijieran entonces, que cuando llegamos á Tara, misa, procesion y toros, habian pasado ya; y los convidados se hallaban en pleno sarao.
Echamos pié á tierra en casa del cura, cuya hermana, una amable viejecita, me prestó su tocador para arreglar mi peinado, que, como mis rizos son naturales, nada habian sufrido con el aire del camino. Deshice algunos pliegues que la silla habia impreso en mis faldas, eché hácia atrás á guisa de pluma el velo de mi sombrerito, dí el brazo á mi padre y nos dirijimos al baile.
El salon presentaba un golpe de vista magnífico.