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¡Qué dolorosa inquietud, cuando llegamos á Islay, y desembarcados los pasajeros, faltabas tú! No podia resolverme á dejar el buque, hasta que mi padre me preguntó si echaba de ménos algo en mi equipaje.

Fué necesario bajar al bote para atravesar el agitado oleage que se estrella contra las rocas donde se asienta como un nido de águilas, el puerto de Islay.

El aspecto pintoresco de este pueblo, cuando se le mira desde el mar, es una ilusion que se desvanece desde que, subida la pendiente escalera del embarcadero, se entra en sus calles estrechas y polvorosas.

En un tendejoncillo, su mejor almacen, compré un frasco de perfume que te envié allá, á la tierra de los perfumes, como la reina Pomaré enviaba un compás á su favorito. Partimos para Arequipa al cerrar de la siguiente noche, montados en magníficos caballos, y en larga caravana al través de los borrados senderos de un desierto de arena. Alumbrábanos una hermosa luna llena, cuya luz prestigiosa derramaba en torno nuestro, estrañas alucinaciones que para cada uno revestian diversa forma. Montañas, lagos, campamentos, ciudades, surjían y desparecian á nuestros ojos en sucesion infinita, hasta que la luz del alba desvaneció el