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JUEZ Y VERDUGO 253

—Cómo!—¿ignora usted qué—empezaba á decir el calavera? Tu mirada suplicante lo detuvo. Te sonrió con aire de inteligencia, esquivó la respuesta, y corrió hácia otra parte, fingiendo que lo llamaban. Pero nosotras temiendo un nuevo arranque de ligereza, la una despues de la otra, dejamos el baile, seguidas de nuestros padres, que se fueron, el uno al círculo tenebroso del club; el otro al no menos tenebroso del gabinete.

¡Qué larga reminiscencia! Escribiéndola vuelvo á sentir el dulce sabor de esas horas de dicha que tan poco duraron.

Muy luego, el cielo de nuestra felicidad comenzó á nublarse. Caíenferma. Mi padre profundamente alarmado, llamó á los médicos, que me desterraron de Lima y me impusieron la vida de los campos.

No era ya posible vernos: mi padre no se apartaba de milado. Así forzoso me fué partir sin despedirme de tí. Sin embargo, alejábame tranquila, casi contenta; porque esperaba, creia, que habias de seguirme; y abordo del vapor, tendia en torno furtivas miradas pensando que ibas encerrada en algun camarote. La imaginacion de una jóven es, como los libros de caballería, un mundo de prodigios, que no cuenta con los infinitos obstáculos que median entre la veluntad humana, y el objeto que se propone alcanzar.