PEREGRINACIONES 219
XIV Decepcion
Una mañana, en fin. Iquitos amaneció á la vista; y poco despues, mi pié tocaba aquella tierra prometida.
Pregunto, me informo, y corro hácia ese encantado retiro donde me esperaban los brazos de mi esposo.
Acércome; llego!
Una verja de madera pintada de verde encierra un paraiso de flores y bellísimos árboles que crecen mezclados, formando una masa de verduras.
A su sombra, blanca, fresca y conqueta, escondíase una linda casita, verdadero nido de amor, por cuya puerta, discretamente entreabierta me precipité con los brazos abiertos pronunciando un nombre.
El silencio respondió solo á ese amoroso reclamo. La casa, primorosamente decorada y mostrando recientes vestigios de la presencia de sus habitantes, hallábase desierta.
A mis voces, al ruido de mis pasos, acudió un hombre que trabajaba en el fondo del jardin.
—La señora es sin duda una parienta que el señor conde aguardaba antes de partir?—dijo, haciéndome una cortesía.