PEREGRINACIONES 217
amor; deliciosa cita á que acudía yo de tan lejos, llena la mente de ardientes ensueños.
Apoyada en la borda y mis cabellos mecidos por el viento de la noche, nada veía; nada oía en torno mio, fijos los ojos y el pensamiento en un encantado miraje de donde me llamaba tendiéndome los brazos, aquel que era el aliento de mi vida, el anhelo de mi corazon.
La luz del dia me encontró así, entregada á ese grato desvarío que duró todo el tiempo de aquel viaje, el mas bello que haya hecho nadie jamás; llevando un eden ante la mirada y en perspectiva la felicidad.
Colocábala yo en cada uno de los deliciosos parajes que se desarrollaban á mi vista en aquellas poéticas riberas.
—En aquel florido otero—me decia—paseariamos juntos; mi brazo sobre el suyo; entre su mano mi mano—Bajo ese grupo de naranjos descansaría, reclinada mi cabeza en sus rodillas—A la sombra de esta roca tapizada de lianas, sentados el uno al lado del otro, escuchando el rumor cadencioso de las olas, contemplaríamos el oceano, infinito como nuestro amor.
—El Amazonas!
Oí gritar una mañana que, fatigada por largas