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PEREGRINACIONES 21

apartándose del método por él prescrito, impuso á su arruinado pulmon la fatiga de interminables viages.

—Y, estraña aberración de la naturaleza—añadió —aquel prolongado sacudimiento, aquel largo cansancio, lo salvaron: sanó . . . . Pero son esos, casos aislados, escepcionales, que no pueden reproducirse. Aplíquese el tal remedio aquí, donde ya no hay sugeto: y en la primera etapa todo habrá acabado.

Y con sus manazas de largas uñas levantaba mi estenuado cuerpo, y lo dejaba caer en la cama, causándome intolerables dolores.

—No obstante, niña mia—continnó con una sonrisa enfática—desde hoy comienza usted á tomar para curarse aquello que á otros da la muerte: el arsénico. Arsénico por la mañana. arsénico en la

tarde; arsénico en la noche . . . . Horrible! no es cierto? Ah! ah! ah! Ha leido usted Germana? —Sí. doctor.

—Pues encúrnese usted en aquella hermosa niña : dé el alma á la fé, y abandone su cuerpo úla misteriosa accion del terrible específico, veneno activísimo; y por eso mismo, algunas veces, milagroso remedio.

Hablando así. sacó del bolsillo de su chaleco un papel cuidadosamente plegado; vació su contenido en el fondo de una copa, compuso una pócima, y me