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PEREGRINACIONES 207

XII

Los frutos de la guerra

Dormia yo en mi hamaca bajo la fronda de los naranjos del patio, en nuestra bella aldea, no léjos de Humaitá, á las orillas del sagrado rio paraguayo.

Mi novio, el valiente Martel, combatía en las filas de los bravos sobre las murallas del fuerte.

En aquel momento, soñando con él, veíalo acercarse triunfante y tenderme los brazos.

Iba ¿ú echarme en ellos, cuando el horrible estampido del cañon me despertó despavorida.

Los enemigos ametrallaban nuestra aldea, que despareció luego con mi cabaña entre torbellinos de humo y de llamas.

Cuando volví en mí de aquella horrorosa pesadilla encontréme en un recinto oscuro, estrecho y cerrado.

Buscando á tientas una salida, tropecé con un objeto frio que hirió mi mano.

Era un puñal. Recogílo y lo guardé en mi pecho, regocijándome instintivamente de poseer aquella arma.

No de allí á mucho, la blanca luz del alba, penetrando por una claraboya, alumbró el sitio en que me hallaba.